El
palacio de los Descabezados
Entre las calles Selgas y Siervas de
Jesús, en el murciano barrio de San Lorenzo en encontraba, hasta 1832, el
conocido como Palacio de los Decabezados. Tan curioso e inquietante nombre le
viene dado de una historia/leyenda que vamos a recordar de la mano de Francisco
de Paula Mellado que la relata en su libro escrito en 1849 Recuerdos de un viage por España.
Alfonso X el Sabio, poco después de la
conquista de Murcia, hizo donación a uno de sus soldados más famosos, miembro
de la familia de los Guzmanes, de un palacio en la ciudad, donde moraba con dos
hijos bastardos.
A media legua de distancia, y camino
de Monteagudo, vivía en una torre una hermosa dama, viuda de otro valeroso
caballero. El caballero de Guzmán, tras conocerla, quedó prendado de ella pero
fue rechazado en diversas ocasiones por lo que decidió cavar un túnel que
uniese su casa con la de su amada para poder llegar hasta ella sin oposición.
Una vez que la tuvo en su poder
continuó insistiendo en sus pretensiones amorosas. La dama le informó entonces
de su intención de ingresar en un monasterio tal y como había prometido tras la
muerte de su esposo.
Ni por esas se dio por vencido el de
Guzmán que mantuvo retenida contra su voluntad a la mujer.
Llegó la noticia a oídos del rey que
envió tropas para liberar a la viuda. Guzmán se enfrentó a las tropas reales
pero cuando se vio perdido degolló a la joven, arrojó la cabeza por la ventana
quemó su casa y huyó con sus dos hijos.
El rey Sabio sentenció a Guzmán y a
sus hijos a ser degollados en efigie en las dos estatuas de piedra que decoraban
la fachada del palacio y a cerrar el mismo de manera perpetua.
Desde ese día se comenzaron a oír
ruidos y gritos de espíritus del más allá que mantenían en vilo al vecindario.
Para exorcizar la casa los murcianos
de la época decidieron hacer una gran procesión con el Santísimo y la presencia
del clero local, órdenes religiosas y autoridades civiles de la ciudad.
Al pasar la procesión ante el palacio
encantado una mano de esqueleto asomó por la ventana llamando al prior de Santo
Domingo. Este entró en la casa y tras varias horas salió de la misma con el
aspecto de un anciano. A los tres días falleció.
Conocemos la fachada del edificio por
una ilustración de Ivo de la Cortina contemporáneo de Mellado.