Un punto de inflexión en cuanto a
los enterramientos de difuntos se refiere lo marca la Real Cédula de 3 de abril
de 1787 dada por Carlos III prohibiendo los enterramientos en las iglesias.
El hecho que movió al rey a
emitir esa orden fue “la epidemia
experimentada en la Villa de Pasage, Provincia de Güipuzcoa” en 1781 “causada
por el hedor intolerable que se sentía en la Iglesia Parroquial de la multitud
de cadáveres enterrados en ella”.
Esta epidemia y otras que se
habían producido en otras provincias llevó al rey a pedir consejo sobre la
mejor solución al problema.
Uno de los consultados fue el
obispo de Cartagena. En su respuesta, favorable a sacar los cementerios fuera
de las ciudades, reconoce que en la Catedral de Murcia con motivo de la
limpieza del carnero “en donde se
sepultan los mas de los difuntos de su Parroquia”, se hubo de celebrar los
Divinos Oficios en la capilla del Palacio Episcopal debido al “aire corrompido, que havía infestado la
Catedral”.
Seis años después el rey publicó
la Real Cédula en la que se ordenaba la construcción de cementerios fuera de
las poblaciones en sitios ventilados y distantes de las casas de los vecinos.
CEMENTERIO DE LA PUERTA DE
ORIHUELA. 1796
En Murcia, obedeciendo al monarca
se construyó el “Cementerio de la Puerta
de Orihuela” en el actual Barrio de La Paz debajo de donde hoy se levanta el
Parque Infantil de Tráfico. Su construcción fue aprobada por el obispo el 11 de
diciembre de 1795 siendo bendecido el 30 de octubre de 1796.
El crecimiento de la ciudad por
la zona del barrio de la Trinidad hizo que apenas un siglo después el
cementerio quedase prácticamente dentro de la ciudad planteándose la necesidad
de la construcción de otro nuevo más alejado de la ciudad. El cementerio cerró
en junio de 1887.
CEMENTERIO DE LA ALBATALÍA O
DE LA PUERTA DE CASTILLA
Hay menos información sobre este
cementerio pero parece ser que pudo ser inaugurado en 1811. Pudo estar situado al
final del Malecón; hay quien recuerda que también se le conocía como el
cementerio del Camino de La Ñora. También fue cerrado en 1887 al abrirse el
nuevo cementerio de Nuestro Padre Jesús.
CEMENTERIO DE NUESTRO PADRE
JESÚS (ESPINARDO). 1887
En 1882 el ayuntamiento, encabezado
por su alcalde liberal Eduardo Riquelme constituyó una comisión para la
construcción de un nuevo cementerio, hecho que la Iglesia se vio finamente
obligada a aceptar tras llegar a un acuerdo en junio de 1883.
El Ayuntamiento encargó el
proyecto para la realización del camposanto al arquitecto municipal Rodolfo
Ibáñez. Tras un proyecto fallido se decidió acometer el firmado en octubre de
1883. Un camposanto de 270 m de fachada y 400 de profundidad, con espacio
diferenciado para el enterramiento de suicidas, protestantes y niños sin
bautizar, así como casa para los sepultureros, sala de autopsias, depósito de
cadáveres, capilla…
Entre 1884 y 1887 vemos como
encargado de las obras a Antonio Hernández Crespo.
En plena construcción del
cementerio, entre junio y octubre de 1885, se declara una terrible epidemia de
cólera en Murcia que desaconseja enterrar a los muertos por la enfermedad en
los cementerios de la Puerta de Orihuela o La Albatalía debido a su proximidad
a la ciudad. Por este motivo se decidió habilitar una parte del cementerio en
construcción para enterrar a los fallecidos por el cólera. Previamente se
procedió a la bendición del terreno el 14 de junio.
Cuando estaba a punto de
inaugurarse el cementerio de Espinardo a mediados de 1886 el obispado se negó a
firmar el texto previamente acordado con el Ayuntamiento por una serie de
puntos en los que ahora no estaban de acuerdo como el de la titularidad.
Ante la imposibilidad de ponerse
de acuerdo el Ayuntamiento decidió abrir el cementerio pero el obispo recurrió
a instancias nacionales y estas paralizaron la iniciativa municipal. Finalmente
el obispo cedió y el cementerio fue bendecido el 6 de junio de 1887.
Pero como suele ser habitual el
cementerio se inauguró pero las obras no estaban acabadas, faltaba por hacer la
sala de autopsia, depósito de cadáveres..., amén de la fachada.
Tenemos que llegar hasta 1893
para que el Ayuntamiento se decida a acometer la construcción de la fachada. En
este momento era arquitecto municipal Pedro Cerdán Martínez, y como tal, autor
del proyecto presentado el 3 de agosto de 1894.
El Ayuntamiento con poco dinero en sus arcas aplazó el inicio de las
obras hasta marzo de 1895. Aunque el plazo de realización de las obras era de
cinco meses duraron más de un año recepcionando las obras en diciembre de 1896.
El costo final de la obra superó
lo inicialmente presupuestado tardando el Ayuntamiento más de lo deseado, tres
años, en liquidar las cuentas con el contratista.
Y esta es la breve historia del
cementerio de Murcia que recientemente ha cumplido 132 años de historia.
Para profundizar en el tema
aconsejo leer la tesis doctoral de Ana María Moreno Atance sobre el arte y la
arquitectura de los cementerios murcianos.
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