En 1885, Murcia, como el resto de España, estaba sufriendo una terrible epidemia de cólera.
Deseoso de palpar la situación de
Murcia, de la que era Hijo Adoptivo, el presidente del Consejo de Ministros
Antonio Cánovas del Castillo acompañado por el ministro de la Gobernación
Romero Robledo viajó hasta la ciudad el 24 de junio de 1885.
En la estación los esperaba una
reducida comitiva oficial encabezada por el alcalde Sr. Gómez Cortina y un
grupo de ciudadanos.
Desde la estación recorrieron
diversas calles de la ciudad –Floridablanca, Alameda de Colón, Plano de San Francisco,
Vidrieros, San Antolín, plaza de San Agustín, San Nicolás, San Pedro, Platería,
Príncipe Alfonso y plaza de Belluga-, hasta llegar al Palacio Episcopal donde
se alojaron.
Allí recibieron a diversas
comisiones de la Audiencia, del Cabildo eclesiástico, del Ayuntamiento,
Delegación de Hacienda, Gobierno civil…
El presidente del Consejo y su
ministro trajeron una serie de promesas a los murcianos entre otras comenzar
inmediatamente las obras públicas que estuviesen presupuestadas tales como el
Palacio de Justicia proyectado por el arquitecto municipal señor Ibáñez.
También hicieron una aportación económica de 15.000 duros del fondo de
calamidades[1] que se
repartirían entre Ayuntamiento, Diputación y Gobernador.
La mañana siguiente la dedicaron
a conocer en persona los problemas de los murcianos. Visitaron la Cocina
económica, el Hospitalillo y el campamento[2].
En la Cocina se elaboraban
comidas que eran repartidas a las familias más necesitadas[3].
Después de la Cocina Económica
visitaron el Hospital de coléricos. En el Hospitalillo Cánovas del Castillo dio
250 pesetas de su bolsillo para que fuesen distribuidas entre los enfermos,
encargo que se cumplió repartiendo 5 pesetas a cada uno de los 50 enfermos que
había entre agudos y convalecientes.
Por último, visitaron el
campamento ubicado en la Sartén del Malecón. Allí, en casetas de madera y
tiendas de campaña se refugiaban unas cuarenta familias[4].
En el campamento repartieron parte de las ropas que habían traído en varias
cajas y fardos, consistentes en ropa blanca de hombre y de mujer, y para cama,
colchones y mantas, todo donado por “caritativas y distinguidas madrileñas”[5].
A las cinco menos cuarto de la
tarde salieron para Madrid, siendo despedidos en la estación por autoridades y
amigos particulares y escasa concurrencia popular[6].
El tren hizo una parada de cinco minutos en Alcantarilla
donde se apearon algunas autoridades
que habían partido desde Murcia. Desde allí continuaron
el viaje hasta Cieza donde recibió un
cariñoso recibimiento.
El viaje continuó hacia Madrid
haciendo paradas en Hellín, Tobarra y Chinchilla. Al llegar a Aranjuez el tren
fue fumigado tarea que obligó a los viajeros a permanecer en la localidad
varias horas[7].
Fuentes:
El Diario de Murcia, 25/6/1885 https://www.archivodemurcia.es/p_pandora4/viewer.vm?id=0000135953&page=1&search=canovas%20del%20castillo&lang=es&view=hemeroteca
El Diario de Murcia 26/6/1885
La Paz de Murcia 26/6/1885
El Diario de Murcia 28/6/1885
[1] El
Diario de Murcia 28/6/1885
[2] La Paz
de Murcia 26/6/1885
[3] El
Diario de Murcia 26/6/1885
[4] El
Diario de Murcia 26/6/1885
[5] La Paz
de Murcia 26/6/1885
[6] El
Diario de Murcia 26/6/1885
[7] El
Diario de Murcia 27/6/1885