José Echegaray, Premio
Nobel de Literatura en 1904, nació en Madrid en 1832 aunque su familia se
trasladó a Murcia en 1835 al obtener su padre la cátedra de Agricultura en el
Instituto Alfonso X el Sabio y en nuestra ciudad vivió hasta cumplir los 14
años.
Echegaray fue nombrado
Hijo Adoptivo de Murcia en 1901 pues como él mismo decía “Yo puedo llamarme murciano, con
gran derecho, si es que nuestra tierra es la tierra en donde desarrollamos
nuestro cuerpo y formamos nuestro espíritu. No he nacido en Murcia pero en ella
me he criado, y los primero recuerdos que tengo de mi niñez los tengo en
Murcia. Aquí para mis adentros, ¡me siento murciano! ¡muy murciano!
Años más tarde, en
1905, un amigo, el señor Maestre, le pide unas líneas para el “El Bazar Murciano”, publicación que
sacaba la conocida tienda de juguetes murciana.
Ante la petición,
Echegaray reconoce que no pudo negarse pues se trataba de algo relacionado con
Murcia.
En su escrito afirma
que “yo
fui niño en Murcia, y no he vuelto a serlo en ninguna otra parte”.
Recordando su infancia
en Murcia dice:
“Yo no olvido aquella
alameda murciana del Carmen, con su fila de tiendas, llenas de toda clase de juguetes
en los días de la feria. Caballos de cartón, sables rectos y sables curvos,
escopetas que hasta hacían estallar pistones; tambores… más ruidosos que los de
los soldados verdaderos”
También recuerda sus
andanzas por la huerta: “¡Cuántas cometas, estrellas y barriletes he
remontado yo en Murcia cuando chico, desde la alegre azotea ó desde la hermosa
huerta próxima al Malecón, ó desde la fábrica de Salitre!” “Yo remontaba cometas
por jugar, porque me regocijaba ver sobre el hermoso azul del cielo murciano
unos cuantos pliegos de papel con armazón de cañas de mi propia fábrica, flotando
en los aires, y sujetos á mi voluntad por un hilo”.
En 1899 ardía el Teatro
Romea pero catorce meses después se inauguraba de nuevo con la obra de
Echegaray “El estigma” rindiéndosele
homenaje a tan ilustre autor.
Como he dicho al
principio de estas líneas, a don José se le concedió el Premio Nobel de Literatura
en 1904 “en reconocimiento a las
numerosas y brillantes composiciones que, de manera individual y original, han
revivido las grandes tradiciones del drama español ".
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