El primitivo Palacio Episcopal no se encontraba donde ahora lo vemos sino
justo enfrente en la manzana que delimitan las calles Salzillo, Azucaque, Polo
de Medina y la Plaza de Belluga. Un arco-pasadizo lo unía con la Catedral para
que el obispo pudiese ir de un edificio a otro sin bajar a la calle.
Desde principios del siglo XVIII comienza a presentar problemas por lo que
ya los obispos Belluga y Ruiz de Montes ya
comenzaron a ver la necesidad de edificar uno nuevo. Pero fue el obispo Juan
Mateo López y Sáenz quien el 28 de agosto de 1748 bendijo la primera piedra del
nuevo palacio en unos terrenos cedidos por Fadrique Vicente de Toledo, Marqués
de los Vélez, y en los que antes se encontraba el Palacio del Adelantado. Las
obras se iniciaron por el Martillo, continuaron con la fachada de la Glorieta
para finalizar con la principal de la Plaza de Belluga.
El 11 de mayo de 1752 el obispo se trasladó a las dependencias que primero
quedaron concluidas del nuevo Palacio aunque este estaba sin acabar. Allí
falleció cinco meses después. Pero su sucesor don Diego Rojas y Contreras no
cejó en el empeño y consiguió acabar la obra en 1762.
El costado izquierdo del Palacio es medianero con la Cárcel eclesiástica y
con el Seminario de San Fulgencio con los que tiene comunicación interior.
En el Martillo se instaló la Biblioteca Episcopal inaugurada el 8 de
octubre de 1787.
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